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A las cinco y cincuenta de la mañana comienza a salir el sol en el norte del país, más específicamente en el Cerrejón, hogar de los sueños de muchos, así como del oro negro patrio, el carbón. Temprano, en la mañana, se levanta Ana Duarte. En su cabeza lo primero que aparece es el alistar a sus hijos, Marianny de 9 años y José Ángel de 6, niños alegres y motor de vida de esta maicaera de 29 años de edad. No todas las mañanas tiene el gusto de llevar a sus pequeños al colegio, el trabajo es una barrera en esta tarea, sin embargo cuando puede, no deja de hacerlo para luego ir a cumplir con su labor en la mina del Cerrejón, como operaria.
No es común encontrar a una mujer en unas de las labores más fuertes del trabajo en una mina, el operario. Pero para Ana esto no ha sido impedimento. Desde hace cinco años trabaja para el Cerrejón operando un camión carbonero, y desde hace dos como operaria de un cargador. Con desparpajo Ana nos comentaba: -algunos compañeros decían que este trabajo es de hombres, pero para mí como mujer, no ha quedado grande; lo he hecho igual que cualquiera, de la mejor manera. Me siento muy comprometida con mi trabajo, me siento muy enamorada de él-.
En el Cerrejón Ana hace historia, fue la primera mujer en operar un cargador y en tan solo cinco años se ha convertido en una de las trabajadores más confiables de la mina. Su historia es larga a pesar de su corta edad. Antes de entrar al Cerrejón trabajaba con un pequeño puesto de comidas rápidas, en él se ganaba el sustento para cuidar en ese entonces a su hija y a sus padres, quienes son otra gran motivación de vida para esta recia mujer. Mientras trabajaba recibía capacitaciones en un centro de auxiliar de enfermería, sin embargo su rumbo estaba definido aunque ella no lo supiera.
Tras un intento fallido para entrar a trabajar en el Cerrejón buscó otros horizontes y justo antes de ingresar a otra empresa recibió el llamado para ser operaria. “Al que le van a dar le guardan” dice un dicho, y así le sucedió a Ana. Con tranquilidad nos contaba que en principio no fue fácil, tuvo miedo, pero su temperamento la hizo salir adelante.-Al principio no puedo decir que no me asusté pero a medida de ir conociendo los equipos, me enamoré-.
Las altas temperaturas y las condiciones difíciles del terreno no fueron obstáculo para ella, poco a poco fue aprendiendo de la labor y con una filosofía clara de vida tuvo lo necesario para manejar las máquinas.-Lo primordial es el compromiso. Lo más importante para mí es sentirse comprometida con la tarea, después conocer los equipos y los estándares. Pero lo principal es la responsabilidad, tanto con uno como con todo el entorno-. Sin dudar ni un segundo de sus palabras, Ana mantuvo el ritmo para seguir adelante. Después de conocer los equipos, se dio a la tarea de mantenerse en un ambiente lleno de hombres.
Riendo nos decía que la relación con los operarios hombres en un principio no fue del todo perfecta, sin embargo fueron muchos los que le tendieron la mano y le brindaron su apoyo, a todos ellos les agradece por haber hecho mucho más fácil el proceso. La oposición más fuerte la recibió al entrar a operar los cargadores, algunos se negaban porque pensaban que carecía de las condiciones necesarias para manejar el equipo, pero el apoyo de sus superiores y sus cualidades le terminaron dando la razón:- ahora la gente comenta que se siente cómoda y confiada al trabajar conmigo, me felicitan por mi trabajo. Eso me halaga y me motiva a seguir adelante para ser cada vez mejor-.
Dos turnos de día y dos de noche son los que tiene que cumplir esta mujer semana a semana. Las jornadas son fuertes pero por el amor a su trabajo y el gusto a un ambiente laboral familiar, las cosas se le han facilitado. Lo difícil es no estar en algunos momentos con sus hijos, sin embargo ha hecho hasta lo imposible para que ellos sientan que son su prioridad antes que cualquier cosa y así lo han sentido ellos. Para Marianny su madre es su orgullo, y por eso todos los días le pide a Dios que la proteja de cualquier accidente dentro de la mina, razón suficiente para que Anita, como la llaman cariñosamente sus compañeros, esboce una gran sonrisa y se le salga una lágrima al pensar en lo que dice su hija.
Una enamorada de su trabajo, así se describe Ana. Agradece a su empresa por el crecimiento que le ha brindado:- antes tenía una perspectiva completamente diferente de la vida y después vi muchas diferencias. La mina le enseña a uno a valorar más la familia, al trabajo. Se valora mucho el compañerismo, se hacen muchos lazos de amistad-. Esta guajira con 29 años “sufridos pero bien vividos” como afirma ella, es un ejemplo a seguir, una mujer sacrificada por su familia y su trabajo, una mujer enérgica que es muestra perfecta del tesón de la mujer colombiana.